martes, 15 de septiembre de 2009

THE DAY JACKSON DIED

Sunny day Jackson chose to die. Everyone in Holmby Hills, where he used to live, must’ve been out enjoying some outdoor activities that only summer allows. Michael was gazing hopelessly through the window, craving for ice cream from the park stand, though he felt a rush of fright and insecurity as he thought of the idea of actually exiting home. First his skin might burn and redden and eventually that might lead to his natural color which wasn’t nearly as bright. That could easily be taken care of by one of the premise’s staff. The real problem wasn’t the outer body but, as usual, the inner. What if I see a cute little boy and a cute little girl and want to take them to Wonderland and later sleep tightly with them? He decided to forget about the ice cream and get some morphine, much more convenient anyway, no going out and getting horny, no skin blemish, and sweet and tasty as a cone of ice cream.

I was at home that sad June 25th, jumping in and out of the pool not as worried as others would be about my skin. I came into the house down to the kitchen looking for some drinks when one of the several we-never-stop-talking TV shows caught my attention. It was definitely UCLA on the screen, a weird image for a nonsense, airhead and gossipy channel to show given that the hosts know nothing about the word “school” or “education” or “UCLA”.

I turned the volume up, sat and listened. After I heard the whole review, I got my drinks, went outside and thought to myself: When I’m struggling between ice cream and morphine I’ll try to get ice cream and if I can’t, I’ll try not to go overboard.

LA LLUVIA DE JICAMAS

Es temprano en la mañana, me encuentro en el metro que me lleva hasta mi trabajo y de pronto veo a través de la ventana como empieza a caer una lluvia singular de jícamas en rebanadas. Observo la reacción de la gente ante el suceso tan increíble y me pongo a pensar en todas las cosas que en este mundo pueden pasar. Llego a mi parada, bajo ansioso del transporte y siento como las jícamas rebotan en mi cuerpo para después caer al suelo y convertirse en nada. Llego a mi trabajo y le cuento a mi patrón, el me dice que deje de decir estupideces y me ponga a chambear ya que seguro NUNCA va a llover dinero.

Sera temprano en la mañana, tu te encontraras en el metro que te llevara hasta tu trabajo, de pronto vas a ver a través de la ventana como empezara a caer una lluvia singular de jícamas en rebanadas. Observaras la reacción de la gente ante el suceso tan increíble y te pondrás a pensar en todas las cosas que en este mundo pueden pasar. Llegaras a tu parada y bajaras ansioso del transporte y sentirás como las jícamas rebotan en tu cuerpo para después caer al suelo y convertirse en nada. Llegaras a tu trabajo y le contaras a tu patrón, el te dirá que dejes de decir estupideces y te pongas a chambear ya que seguro NUNCA va a llover dinero.

Fue temprano en la mañana, el se encontraba en el metro que lo llevo hasta su trabajo, de pronto vio a través de la ventana como empezaba a caer una lluvia singular de jicamas en rebanadas. Observo la reacción de la gente ante el suceso tan increíble y se puso a pensar en todas las cosas que en este mundo pueden pasar. Llegó a su parada, bajó ansioso del transporte y sintió como las jicamas rebotaban en su cuerpo para después caer al suelo y convertirse en nada. Llegó a su trabajo y lo contó a su patrón, el le dijo que dejase de decir estupideces y se pusiera a chambear ya que seguro NUNCA iba a llover dinero.

AIRE

Yo soy el mayor testigo del mundo, soy prueba viva de la evolución. Me pregunta el ignorante y se marcha satisfecho; pues todo lo se. Soy amado por la naturaleza y respetado por la humanidad. Mi compañía es precisamente una brisa de frescura; se volar, se aliviar, se hacer sentir, todo esto lo he aprendido a través de mi vida tan perene, esta vida tan ligera que me ha dejado tocar suavemente la dermis de cada alma que ha peregrinado por aquí.

jueves, 10 de septiembre de 2009

CINCO MINUTOS TARDE

Si crees que la puntualidad es costumbre inglesa exquisita digna de respeto y admiración, entonces tienes toda la razón. Aunque quizá debas escuchar mi aventura peculiar que me salvó muy ligeramente de la trampa que el destino había impuesto en mi camino para poner mi recorrido en juicio. Son alrededor de trescientos segundos los que conforman los benditos cinco minutos que me dieron la oportunidad de contarles mi anécdota de Dios. Era un día malhumorado con las nubes en todo su esplendor pero yo debía llegar precisamente a Nueva York. Saliendo del hotel, llegue hasta la esquina donde estaba aquel burdel, en la calle había taxis por doquier. Yo le hice la parada a uno que venia a paso veloz y al subirme preguntó: -¿A dónde se dirige vos?- yo le dije que me llevase al aeropuerto para coger mi vuelo. En el camino tuvimos que parar debido a un embotellamiento el cual salvó mi vida de un gran lamento. Finalmente, al llegar corriendo hasta la sala desde donde mi avión iba a salir, una señorita se me acercó y me dijo que había perdido mi vuelo, que mejor me fuese a dormir. Mientras desdichadamente me tomaba una copa en un bar de Pamplona, escuche vagamente una noticia en la televisión que despertó mi atención: Según los últimos informes un avión con destino a Nueva York acaba de caer en medio del océano Atlántico, las pocas víctimas sobrevivientes nadan torpemente en un estado de pánico mientras que los muertos descansan sus cuerpos entre la manada de tiburones hambrientos. Después de escuchar semejante barbaridad, de un trago me acabe mi copa de coñac y me dirigí al baño precisamente para cagar.