miércoles, 14 de octubre de 2009

Mi destino quedo escrito y yo tenia que morir entre las garras de aquella bestia al píe de esa montaña una mañana fria y seca de invierno mientras yo rezaba hasta la última oración que mi mente recordaba respondiendo a un reflejo humano, a un intento vano, como si la bestia rabiosa que me acechaba, con dientes parecidos a cuchillos de carnicero y fosas nasales con las que dejaba salir una amalgama indisoluble de chorros de gas y agua, fuese a entender mis plegarias e ignorara su hambre y su rabia para compadecerse de un catolico tan fanatico que a la hora de su muerte se pone en manos de su Dios omnipotente para que lo salve de lo que es practicamente inevitable.

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